fotoleones: Postal ciudadana (1)

sábado, 22 de febrero de 2020

Postal ciudadana (1)

Vista del bulevar Belgrano, a la altura del 1400, a metros de su cruce con la calle San José, aquí en Leones.

Foto extraída en la mañana del sábado 22 de febrero de 2020.

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Tu mundo fue mío...

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Biografías breves: Kylie Minogue

Kylie Minogue es una reconocida cantante, actriz y empresaria australiana, nacida el 28 de mayo de 1968 en Melbourne, Australia. Su carrera comenzó en el mundo del entretenimiento cuando era adolescente, protagonizando la popular serie de televisión australiana "Neighbours" en la década de 1980. En 1987, Minogue lanzó su primer sencillo, "Locomotion", que se convirtió en un éxito instantáneo en Australia. Su primer álbum, "Kylie", producido por el famoso trío Stock Aitken Waterman, fue lanzado en 1988 y obtuvo un éxito internacional, consolidando su carrera en la música pop. Canciones como "I Should Be So Lucky" y "Especially for You" (un dúo con Jason Donovan) la convirtieron en una estrella global. A lo largo de su carrera, Kylie ha experimentado con diversos estilos musicales, desde el dance-pop hasta el indie y el electro, destacándose con álbumes como "Fever" (2001), que incluyó el icónico sencillo "Can't Get You Out of My Head". Este álbum le otorgó múltiples premios y la reafirmó como una de las figuras más importantes del pop contemporáneo. Minogue ha enfrentado desafíos personales, incluyendo una batalla contra el cáncer de mama en 2005, de la que se recuperó exitosamente. Su lucha y recuperación inspiraron a muchos y la consolidaron como un símbolo de resiliencia. A lo largo de su carrera, Kylie ha vendido más de 80 millones de discos en todo el mundo, ha recibido numerosos premios, incluyendo un Grammy, y ha sido honrada con el título de Oficial de la Orden del Imperio Británico (OBE) por sus contribuciones a la música. Además de su éxito en la música, Kylie ha tenido una destacada carrera como actriz y ha lanzado su propia línea de perfumes y productos de belleza. Su influencia y presencia en la cultura pop la han convertido en una figura icónica, conocida y admirada en todo el mundo.

Aquellas reuniones de antaño...

Aquella casa de paredes desgastadas por el tiempo y ventanas que parecían haber observado incontables atardeceres, guardaba entre sus recovecos los ecos de las risas y los susurros de los tiempos pasados. Los días de reuniones familiares eran una tradición inamovible, como las hojas de los árboles que se aferran a sus ramas en otoño. En el corazón de esas reuniones resplandecía la figura de la abuela, con sus manos gastadas pero amorosas, tejiendo con paciencia los hilos que unían a la familia. La mesa del comedor, testigo de innumerables banquetes y confidencias, se llenaba de risas contagiosas y aroma a guisos que invadían cada rincón de la casa. Entre los parientes que adornaban aquellas veladas, brillaba la vitalidad del tío Javier. Con su guitarra en mano, era el encargado de regalarnos canciones que se convertían en la banda sonora de esos momentos. Sus dedos hábiles acariciaban las cuerdas, y su voz melódica narraba historias de amores perdidos y lugares lejanos. En cada acorde resonaba la nostalgia de tiempos idos, pero también la promesa de que la esencia de esos momentos perduraría. Las risas infantiles jugueteaban alrededor de la sala, mientras los abuelos intercambiaban miradas cómplices que hablaban de años compartidos. Las fotografías en las paredes eran como ventanas al pasado, capturando sonrisas congeladas en el tiempo, recordándonos a todos que éramos el resultado de historias entrelazadas. Sin embargo, con el correr de los años, las sillas vacías en la mesa empezaron a multiplicarse. La ausencia de la abuela se volvió palpable, como una melodía que se quedó suspendida en el aire. Las notas de la guitarra del tío Javier se desvanecieron, dejando un eco melancólico que resonaba en los corazones. Aunque la casa aún albergaba risas y el aroma de los guisos familiares, la nostalgia se sumaba a la mezcla, tejiendo una sensación única de añoranza. Pero en cada rincón, entre fotografías y objetos antiguos, pervivían los recuerdos vivos de aquellos que ya no estaban físicamente presentes, pero que habían dejado su huella imborrable en el tapiz de la familia. Así, las reuniones familiares se volvieron un delicado equilibrio entre el pasado y el presente, entre la risa y la melancolía. La casa, testigo silente de tantas historias, seguía acogiendo a la familia con sus paredes desgastadas y ventanas que parecían contar secretos de tiempos idos, mientras los recuerdos bailaban en el aire, invitándonos a honrar el legado de aquellos que ya no caminaban a nuestro lado en esta vida.

Receta sencilla: Crépes de pollo y espinacas

Ingredientes (para 4 personas): - 100 g de pechuga de pollo - 200 g de espinacas congeladas - 300 g de harina - 1 nuez de mantequilla - 7 dl de leche - 4 huevos - 50 g de queso parmesano - 1 ajo - Sal y pimienta. Preparación: Poner una sartén al fuego con la mantequilla y una cucharada de harina. Ir añadiendo leche, mientras removemos, hasta conseguir una bechamel espesa. Salpimentar. Hacer las pechugas a la plancha y picar en trozos. Reservar. Poner otra sartén con aceite y un ajo pelado y picado. Añadir espinacas descongeladas y rehogar. Mezclar la bechamel con las espinacas, el pollo y el queso parmesano. Poner en el vaso de la batidora 1/2 de leche, los huevos y la sal. Añadir, poco a poco, 250 g de harina hasta obtener una masa homogénea; reposar. Hacer con la masa los crêpes en una sartén con un poco de aceite. Rellenar con la mezcla de pollo y espinacas y doblar en 4 como si fuera un pañuelo.

El trino del blanco canario

Quienes la frecuentaban, sabían que a mi madre le encantaban los canarios. En la galería de casa siempre hubo uno dentro su jaula, férrea casita con puertita de estilo romano y techo enrejado en forma de chalet. Habré tenido diez años cuando trajo uno hermoso, de color blanco. Vivaz, sus nerviosos saltitos matizaban la tarde. Con puntualidad, cada día mi madre le renovaba el agua, tras lo cual se refrescaba aleteando intensamente. Después, detenido en su vara horizontal, lo miraba absorto; su carita no expresaba emoción alguna, pensaba. Lo veía indiferente. ¿Feliz?, ¡por supuesto! Modulaba gorjeos, el sentido común reflejaba su hilaridad. Sus melodiosos trinos viajaban más allá de la cuadra y media en las horas de las tranquilas siestas. Sólo callaba cuando los libres gorriones florecían en busca del mijo esparcido por los alrededores de aquella preciosa armazón y a su lado entonaban chillidos en visitas de pocos segundos. Tras un tiempo de disfrutar su himno natural, este se apagó una mañana. Al mediodía, yacía en el piso de su ínfima residencia, inerte. Entendí el fatal desenlace. Dispusimos su entierro en el patio. Para ello, realicé un pequeño hoyo con la vieja y pesada pala de mi padre. Luego, abrí la puerta y con mi la palma de mi mano derecha tomé el frío y albo cuerpito, plumoso, de la dulce avecilla: ¡al fin la tenía conmigo! Y en aquella ceremonia en la que mi madre me acompañaba, atenta, antes de ser cubierta por la tierra, quise ver su carita por última vez… En su semblante de canario saltarín, sufriente, creo haber distinguido una especie de sonrisa de paz, un gesto particular abocetado por sus ojos cerrados y su minúsculo pico, puntiagudo, unido para siempre. ¡Me sonreía a través de su muerte!, ¿o habrá sido un relámpago de mi imaginación, estimulada por mis sentimientos? Sin pensar más, acabé con el singular ritual… A décadas de aquella reminiscencia, deduzco que esa pequeña ave, aquella alejada tarde de primavera, había hallado –por fin– su tan ansiada libertad, denegada tras los finos barrotes. Finos para uno, demasiado gruesos para esas avideces de planear al infinito. Detrás de su canto, aquel anhelo así se manifestaba, contenido como el llanto del niño frente a los amigos. Con su partida, nada ni nadie se la quitaría. Su dichoso vuelo sería imperecedero por los cielos de mi vieja casa junto a sus amigos alados. ¡Somos demasiado torpes los humanos en percibir los mensajes divinos que seres tan pequeños nos transmiten! Tu triste canto inundaba mis oídos, mas no mi corazón.. Quisiera verte volar una vez, otra, ¡y otra!, precioso canarito blanco de mi madre, de rama en rama, de flor en flor, aferrado a esa sed de libertad que, acompañada de agudos trinos, siempre soñaste y yo, ¡imbécil colmo siempre!, jamás pude –y ni quise– percibir. (De mi propia autoría; si lo copia, al menos mencióneme...)

"Hoy adopté un humano"...

Hoy adopté un humano... Me partió el corazón verlo tan solo y confundido. Y de pronto logré que sus ojos llorosos se encontraran con los míos. No me gusta el olor a triste. Tenía tantas ganas de saltarle encima. Me habló con ternura y lo supe, ¡tenía que rescatarlo!, ese humano me necesitaba. Así que ladré con todas mis fuerzas, lo seguí calles y calles... Me acerqué, pude oler sus manos... el humano sonrió por un instante y cuando me tomó entre sus brazos, comencé a sentir como se calentaba su helado corazón. Me acerqué a sus mejillas y sentí cómo una lágrima rodaba en ellas. Lo miré profundamente y su respuesta fue una brillante sonrisa. Salté emocionado a sus brazos, le prometí portarme bien, quererlo para siempre y no separarme jamás de su lado. Qué suerte tuvo de pasar por esa calle y yo también me siento afortunado. Había tanta gente caminando y nadie me miraba. Todos preocupados, todos metidos en sus problemas. ¡Qué bueno que nadie más me eligió! Hoy salvé una vida. Hoy adopté a un humano.

El sitio

Fotografías propias y/o suministradas gentilmente por los lectores, relacionadas a la ciudad de Leones. Sus calles, su gente, sus costumbres cotidianas expresadas en forma gráfica. Imágenes "sorpresa" y otras que no lo son tanto. Renovaciones periódicas con interacciones a Facebook. Lo invitamos a que nos visite a menudo. Asimismo, nos puede seguir -esté donde esté- a través de su teléfono móvil. ¡Muchas gracias por su participación! Esperamos que el portal sea de vuestro agrado...
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